Cara y cruz de los cines de barrio: del olvido en nueve distritos de Madrid a una apertura heroica
1.290.335 vecinos, el 40% de la capital, no pueden disfrutar del séptimo arte en sus barrios

En la mente de Jorge Luis resuena siempre una pregunta, que se intensifica conforme se acerca el fin de semana. «¿Adónde vamos los jubilados ahora? ¿Qué sitios nos quedan?», le cuestiona su voz, como un eco incesante. A veces, formula la pregunta en alto a ... sus amigos, rozando todos la ochentena. «Al bar, al mercado, a jugar al dominó, al parque...». Son las respuestas más comunes que les suelen ofrecer. Pero este vecino de Ríos Rosas (Chamberí) derrocha vitalidad pese a su edad, 83, y se niega a aceptar la contestación. Es mediodía y, pese al sofocante calor, lee un periódico sentado en un pequeño banco frente al mercado Maravillas (en el distrito de Tetuán), a la sombra, eso sí.
«Aprovecho las horas como puedo. He venido a comprar un pescado, ahora leo y en un rato me voy a casa a cocinar», cuenta este jubilado. Pero el problema llega tras la siesta. «Me acabo de echar una novia y ya no puedo llevarla al cine. ¿La llevo a bailar? Ya no estoy para esos trotes», se responde él mismo. Jorge Luis habla así del cierre del cine Conde Duque en Santa Engracia, al que acudía «casi todas las semanas». De hecho, atesora en un billetero entradas que compró hace quince días. «Ahora las guardaré como recuerdo. He pasado muchas horas allí», explica el morador: «A ver adónde voy, porque ya no tengo ningún cine tan cerca y no estoy para coger el metro. Allí bajaba de casa diez minutos antes de la película y listo».
Paradójicamente, Jorge Luis habla sentado en un banco del distrito de Tetuán, uno de los nueve de la capital –de 21 en total, casi la mitad– que ya no tiene ninguna sala de cine en sus calles. Las han borrado del mapa, de un paisaje urbano que parece no querer hacerles un hueco para que resistan. Y, para más inri, lo hace bajo el todavía presente cartel azul de los cines Cristal, que apagaron para siempre sus luces hace 17 años y se reconvirtieron en un gimnasio de precios bajos. La antigua taquilla está ahora tapiada por pósteres con ofertas para captar clientes de vida sana. «Pues ya ves... Pero esto no solo es algo que afecte a los cines. Pocos negocios quedan y solo abren supermercados, gimnasios o sitios de juego para jóvenes. A la vuelta [se refiere a la calle de Raimundo Fernández Villaverde] estaban los Renoir. Tampoco están y también son un gimnasio...», concluye Jorge Luis, al tiempo que se encoge de hombros, resignado.
En la misma calle, Bravo Murillo, había otro negocio de proyecciones, los Lido, comprados por una cadena de supermercados. Antonio y Marisa arrastran un carro de la compra y coinciden con el diagnóstico aportado antes por el otro residente. «Aquí si quieres ir al cine, tienes que coger el metro o el coche. Con nuestra edad, ni una ni otra», dice el matrimonio, que recuerda cuando ambos sitios cocinaban palomitas. «Todos los días paseamos por esta calle. Y esto ya no es barrio. Solo hay manicuras, comercios chinos y casas de apuestas. Pocas tiendas antiguas quedan», añaden. Llegaron a vivir, incluso, cuando en el distrito podían elegir hasta entre trece locales cinematográficos. Recuerdos de un tiempo mejor.
De 160 a 30 locales
En la capital, 1.290.335 personas (según el padrón municipal del 1 de enero) no pueden disfrutar del séptimo arte en grandes pantallas en sus barrios, una cifra que representa al 39,26% de los ciudadanos. A Tetuán se suman Villaverde, Puente de Vallecas, Latina, Usera, Moratalaz, Vicálvaro, Barajas y Salamanca, tras el cierre de los Conde Duque Goya hace dos años. En su puerta parece que el tiempo se ha detenido: la verja está decorada con pintadas y, en la parte alta, se mantienen todavía los carteles descoloridos de los últimos filmes proyectados: 'Parásitos', 'Hasta que la boda nos separe' y 'Onward'.

La entrada sirve como pequeño almacén del restaurante de comida rápida del local de al lado. Retrato de un Madrid que fue y un Madrid que comienza a ser: de más de 160 cines hace medio siglo se ha pasado a la treintena.
Con excepción, la 'valiente' apertura de los cines Embajadores, que echó a andar a principios de 2019, justo un año antes de que comenzara la pandemia del Covid. Aún así, siguen funcionando, y con buenos resultadosl
Para luchar contra la desaparición, Carlos Osorio fundó hace 17 años la plataforma Salvemos los cines de Madrid, dependiente de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio. «Es una tendencia en toda la ciudad. En Gran Vía había 13, quedan solo tres», comienza este experto sobre la radiografía de este ocaso. «El cine se ve ahora en casa por las plataformas. Las empresas de telecomunicaciones tienen interés en que se vean en sus canales y, antes, afectó mucho la piratería, que hacía que consiguieses cualquier película gratis. Todo eso lleva a la desaparición», explica Osorio, que denomina al cine como «producto frágil, como todas las artes y áreas de la cultura».
La crisis del IVA cultural
«Desde que el mundo es mundo, el arte ha vivido gracias a mecenas. Si estos apoyos se pierden, el arte naufraga», y data el inicio de este naufragio en 2012, cuando el IVA cultural subió al 21%. «Todavía queda gente que quiere ver el cine en el cine, pero cada vez se pone más complicado», remata Osorio, casi a modo de súplica sobre una decadencia que lleva a que los barrios pierdan una de sus señas de identidad.
En Madrid, los proyectores se apagan, las palomitas se hacen (cada vez más) en centros comerciales y los barrios van perdiendo esa esencia que parece de otra época.
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